miércoles, 2 de abril de 2008

Amor escondido



Quiero morirme. Es más, merezco morir. Por estúpida, por no tener sentido. Por prohibirme a mi misma ver la realidad de mis sentimientos. Sentimientos encerrados, decapitados por mi cabezonería y mi forma de ser. Por amar a alguien a quien nunca debí haber amado. Ella era mi vida, mi pasión. Mi razón de ser y todas esas habladurías que ella leía y escribía en su diario. Tal vez su pasión por escribir me inspiró a plasmar en el papel mi confesión. La quise, la quise muchísimo. Y se que aún la quiero. Ojala pudiera despertarme cada día con su cuerpo desnudo a mi lado, cubierta por una fina sábana de algodón, de esas de dibujitos que tanto le gustaban, y poder abrazarla. Oler el perfume de sus cabellos, mezclados con la colonia de frutas que usaba exageradamente. Decía que era porque tenía la sensación de oler siempre mal, un complejo, una mentira. Siempre olía a ella misma y para mí eso era suficiente. Siempre la tuve a mi lado, siempre pude ver su hermoso cuerpo desnudo delante de mí, siempre pude rozar sus manos y abrazarla en un momento dado. Compartimos buenos y malos momentos. Pero nunca compartimos lo que yo tanto ansiaba. El poder besarla en los labios, suavemente, mucho mejor que como se besa en las películas. Demostrarle que sí había una persona que la amaba de verdad. Y que la tenía enfrente de sus narices. Pero nunca lo vio. Estaba demasiado ciega. Además, ¿como se iba a fijar en mí? En su mejor amiga.


Cada día mis sentimientos crecían y crecían mientras ella me contaba su patético amor por ese gilipollas de cuarto curso. Aún quisiera poder tenerlo cerca para pegarle una ostia en todo su cara de “niño-pijo-guaperas-maricón reprimido” como solía llamarle yo. Ella reía, o se enfadaba, “¡Él no es así!” me reñía, “es un chico sensible...y taaaaaaan guapo.” Suspiro. No se puede hacer nada por el amor de una niña en el cuerpo de una joven de 20 años. Yo simplemente la miraba cuando sonreía y se posaba en su nube de algodón pensando en su “querido y único amor”. En esos momentos hubiera deseado que esos pensamientos fueran dirigidos a mí. Pero, ¿qué iba a hacer?¿Contárselo?¿Confesarle mi amor por ella? Ni loca. Sabía lo que supondría para ella el contárselo. No me volvería a hablar. Ya no seríamos mejores amigas, no seríamos nada. Por eso sufrí en silencio cada minuto que pasaba con ella.


Tan niña y tan madura al mismo tiempo...recuerdo el día que me defendió ante dos pijas de la facultad. Andábamos juntas por las fuente del campus y esas dos pavas se acercaron y se rieron de mis pantalones de tío, he de admitir que siempre me han quedado mejor que los de tía, y me llamaron camionera, nunca he sido una chica muy fina, desde luego, y Bea, si, así se llamaba, les gritó un par de cosas que las hizo alejarse con rapidez. “Ella por lo menos no viste como las putas de vuestro rango.” Aún sonrío al recordar esa frase. No sé si dejó más a cuadros a las pijas o a mí. En todo caso, me di cuenta de que me apreciaba de verdad.


Bea. Beatriz no, ella era Bea. Delicada como un capullo de mariposa y dura como una estaca en el corazón. En mi corazón. Su pelo, siempre recogido en una coleta alta, y sus ojos protegidos por un par de gafas de sol negras, que sólo se quitaba en las clases que le interesaban. La primera vez que vi sus ojos descubrí un nuevo universo: tan claros, tan inusuales, tan preciosos. Pero a ella no le gustaban nada. Yo siempre he dicho que podía tumbar a cualquier tío con sólo mirarlo, pero ella nunca se quiso quitar las gafas, nunca dejó que le viera los ojos, hasta esa noche.


Me invitó. Sí, ella me invitó. A dormir a su casa, que no estaban sus padres. No hizo fiesta ni nada. Sólo me invitó a mí. A una chica a la que acababa de conocer apenas un mes antes. Pero allí estaba yo, con mi mejor pijama y con fotos de mis ex novios bajo el brazo para cotillear con ella. Me enseñó su casa, el salón, la cocina, el comedor, el baño,...su habitación.... Se quitó las gafas en cuanto nos acomodamos encima de su cama. Me quedé sin habla cuando le vi los ojos. Y tuve deseos de poseerla allí mismo. Pero no podía. Sólo podía contemplarla. Se soltó el pelo y comenzó a desvestirse para ponerse el pijama. Nunca me habían atraído los cuerpos de mujer hasta que pude observar el suyo. La piel blanca, muy blanca. Pechos pequeños y tripa plana. Unas curvas perfectas formaban sus muslos. Piel tersa, sin defectos. Perfecta. Era perfecta.


Cuando se echó a llorar y sus ojos grises se tornaron de un color rojo, tuve deseos de matar al “amor de su vida”. Al parecer, el señorito “me gustan las tías con tetas operadas que me coman el rabo” le había dicho que no iba a hacer el trabajo con una “niña de mamá sin tetas”. Bea estuvo llorando durante horas hasta que logré calmarla. La dejé durmiendo en su casa. Estaba tan agotada de llorar que cayó enseguida encima de la cama. Respiraba profundamente. Una lágrima le caía por la mejilla. La recogí con mi dedo, con suavidad. Para mí, esa lágrima era un gran tesoro. Le di un beso en la frente y me marché de allí.


“¡Adivina!”, así me saludó unos meses después, cogiéndome por detrás. “¡He conocido a un chico!”. ¡Dios! ¿Otro más? El corazón decidió no explotar de milagro. Parece ser que nuestro queridísimo friki había llegado hasta su alma, y a algo más serio unas semanas después... “Por lo menos no es el de siempre”, pensé. Pero en el fondo de mi ser la quería para mí. Sólo para mí. Quería ser egoísta y llevármela para siempre a un mundo sin hombres y sin amores falsos. Sólo el nuestro. Un amor puro, un amor sin miedos.


¿Lo entiendes ahora, Bea? ¿Entiendes con mi propia historia lo que es el sufrir por amor? Creías que el hecho de que te llamaran plana o te pusieran los cuernos era motivo suficiente para intentar quitarte la vida una y otra vez. Pero yo siempre estaba allí para evitarlo. Espero que con leer esto comprendas todo lo que he sufrido...por ti. Y con esto me despido. Te quiero.

3 comentarios:

Ed dijo...

He disfrutado mucho leyendo este fragmento, vuelves a demostrar lo bien que escribes y reflejas los sentimientos.
Pero bueno, ya vale de cumplidos.
A las 11 te caneo un poco y en paz.
:D
Besos

Anónimo dijo...

bonito, muy bonito... Pero ahora vienen las preguntas sin resolver:

"quien de estas dos eres tú?"
"si tu eres una, quien es la otra?"
"cómo de identificada te sientes?"
"(sé que quieres que lo pregunte) se ha suicidado la otra?"
"o la una?"
"volveras algún otro jueves para saludarnos? o solo subirás para hacer trabajos?"

No hay más preguntas, muchas gracias por escribir. Yo también lo he disfrutado.

PD: la palabra "desnudo" la pones dos veces demasiado cerca con todo lo que llama la atención, si kieres la perfección yo lo cambiaría ^^

Reverendo Gore dijo...

Estúpidofacto...Sólo puedo expresar un asombro que roza la inquietud.