domingo, 27 de enero de 2008

Ya no recuerdo el sonido del agua...


Una sombra conocida avanza por el pasillo. El suave crujir de la madera percata al resto de su presencia. El viento de la noche, mezclado con el motor de los coches nocturnos, pega contra el cristal. Un armario se abre. Pasos. Un conejo gruñe. Más pasos. El armario se cierra. Ruido de agua. Pasos de nuevo. El conejo come. La humana se echa.

No oye nada. No escucha. El don lo perdió hace tiempo. "No hay posibilidades", decía el hombre de blanco. Las lágrimas recorrieron su corazón.

Un gato maulla. Una música demasiado alta. El sonido de su teléfono. Y el crujir de las sábanas. Y silencio. Por sus oídos solo entra el silencio.

Pero aprendió a mirar. A observar. Cada detalle de la vida. Aprendió a callar. Aprendió a conocer.

Cada día abría la puerta y se sentaba en el pasillo. Desde allí veía a una mujer peinándose lentamente. Tres veces el lado derecho. Tres el lado izquierdo. Uno más en el derecho y colocaba los mechones detrás de las orejas. A no ser que se hiciera coleta. Mientras, la mujer cantaba. Cualquier vecino hubiera subido a ordenarle que se callara pero la chica oía en su interior una voz suave y hermosa entonando el Himno de la Alegría de Beethoven. Cada día lo escuchaba en los labios de su madre mientras se miraba en el espejo.

A veces ponía ese disco. Al mismo volumen de siempre. Cantaba las canciones y seguía el ritmo con las manos. La guitarra. El bajo. El piano. Y las Tubular Bells.

Odiaba los subtítulos. Sobre todo en las películas que ya había visto. Por eso, después de verlas, se inventaba los diálogos. Los proyectos de hombre echados en el sofá se reían. No era muy habitual oir una declaración de amor en labios de Robert De Niro al "abogado" de El cabo del miedo. Carcajadas. Sonrisa. Y carcajadas.

Pero no lloraba. La pena estaba dentro de ella. Sólo oía el viento que salía y entrada en su oído. Y no lo oía. Sencillamente lo notaba. Y mientras el pequeño conejo se echaba sobre el serrín de su jaula, la muchacha escribía, alentada por la suave luz de su bombilla y por la falta de sueño. Y poco a poco sus ojos fueron cerrándose para llevarla al mundo donde todo eran hermosas melodías.
"Aunque ya no recuerdo el sonido del agua..."

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola ^_^!!! Me ha gustao lo ke has escrito XD, lo haces mu bien ;D. Besis!!!
Bye wapisma!!!

Anónimo dijo...

jou se me ha olvida poner nombre al comentario, ke torpe jaja

Ed dijo...

Mónica, me alegra ser el primero en postear y estrenar tu blog.
El relato me ha encantado, en serio.
Te dejo una cita, imagino que sabrás a quién pertenece:
"Si nos roban a nuestros seres queridos, la forma de hacer que vivan más tiempo es no dejar de amarlos nunca. Los edificos arden, las personas mueren, pero el amor verdadero es para siempre."
Ánimo, estos días pasan rápido... suerte en los exámenes.

Anónimo dijo...

Moni! que alegría que tengas blog! Te añado a la lista del mío porque sino no voy a pasar nunca (se me irá la pinza jaja)

besitos

Anónimo dijo...

Francis: hola nena! vi en tu fotolog tu blog y dije voy a meterme ^^ como siempre escribes genial y no se xq eso me recordaba a una persona real la historia... espero verte pronto nena.
Besazos wapa.

petra dijo...

(=

Echaba de menos leer tus escritos, sentir lo que pasea, sigilosamente, por tu imaginación y ponerme en tu piel cuando escribes.

Creo que ya era hora.
Esperemos que esto sigua adelante y no se quede en amago de proyecto, Moni!

Un besotón grandioso!
Adri.

Anónimo dijo...

Wolaz! muy bonito ^^ me ha gustado mucho como esta escrito... aparte de k me recuerda a alguien muy kerido para mi ^^

Pos eso, sigue asi ^^

Un besote